Incineración y gasificación, diferencias y similitudes

Escrito por Greene

05 de marzo de 2015
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Según datos de Eurostat, la proporción de residuos urbanos reciclados o compostados ha aumentado desde 1995 hasta 2012 en un 25%. En 2012 se destinó un 42% de los residuos urbanos de Europa a proceso como el reciclaje y compostaje, impulsando nuevas tecnologías de tratamiento. En cambio, en ese mismo año, más de un 60% de la producción de estos residuos se destinaron a vertederos en España. Con esta problemática de importancia medioambiental significativa, un tratamiento y valorización de residuos que proporcione beneficios energéticos tras su eliminación puede verse como una respuesta acertada tanto a un nivel nacional como internacional.

 Para un correcto tratamiento de los residuos, existen una serie de técnicas entre las que destacan aquellas basadas en el tratamiento térmico. Las técnicas de incineración y gasificación son las más conocidas al respecto. Como su propio nombre indica, el tratamiento térmico se traduce como la aplicación de energía calorífica al residuo para llevar a cabo su transformación y con ello, proceder a la reducción global de residuos. Cabe mencionar que existen importantes diferencias entre los procesos de incineración y gasificación.

La incineración se desarrolló a finales del S. XIX en Estados Unidos. Se basa en un proceso térmico donde se produce la combustión completa en una atmósfera con exceso de oxígeno de residuos sólidos urbanos, industriales u hospitalarios. Con dicho tratamiento a altas temperaturas (850-1100ºC), se obtiene la eliminación de residuos, un residuo ceniza y energía calorífica utilizable para la generación de electricidad. Una de las ventajas reside en la variedad de residuos que puede tratar y la estabilidad de proceso que presentan algunas de las tipologías de sus hornos además de un rendimiento térmico de cerca del 80%. A pesar de ello, la incineración ha demostrado a lo largo de los años desventajas como efectos nocivos sobre la salud y un alto precio económico en mantenimiento y operación conduciendo a la insostenibilidad. Sus emisiones pueden comprender una amplia gama de gases desde promotores de lluvia ácida y gases de efecto invernadero, hasta agentes cancerígenos y metales pesados en función del residuo incinerado.

La gasificación en cambio, se desarrolló mucho antes que la incineración principalmente para la producción de carbón vegetal en las aldeas y gasómetros para vehículos. Actualmente se emplea en instalaciones para generar electricidad a partir de biomasa y residuos sólidos. Este proceso consiste en una combustión parcial de los residuos orgánicos en una atmósfera baja en oxígeno obteniendo un gas combustible de bajo poder calorífico procedente de la energía química del residuo tratado. Se obtiene de esta forma un gas sintético (syngas) que produce energía eléctrica tras su combustión, energía térmica procedente del proceso, la eliminación del residuo y una baja producción de residuos asociados al proceso (cenizas). En cuanto a las emisiones procedentes de la combustión del syngas, se generan gases a concentraciones inocuas para la salud y medio ambiente. Sin embargo, algunos de los principales inconvenientes de la gasificación residen en la necesidad de tratamientos previos de reducción de inertes, humedad y tamaño y tratamientos posteriores de limpieza del gas sintético resultante.

A modo de conclusión y valorando cada una de las técnicas anteriores, mencionar que en nuestra actualidad las plantas de incineración están disminuyendo mientras que nuevas plantas de gasificación con tecnologías cada vez más punteras están generando una alternativa hacia un desarrollo sostenible.

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